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domingo, 19 de octubre de 2014

La gente se ha acostumbrado a los spaghetti, a los tagliatelle, a las
pappardelle e incluso a pastas con franca tendencia a resbalar del
tenedor, caso de los bucatini.
Han pasado ya ochenta y cinco años desde que el español Julio Camba
escribió unas deliciosas páginas sobre la cocina italiana, y muy
especialmente sobre la pasta, en el para mí más interesante y ameno de
todos los libros sobre gastronomía escritos en castellano: "La casa de
Lúculo o el arte de comer".
El autor, que prefería ser considerado periodista y no escritor,
afirmaba que "lo más difícil de las pastas es el modo de comerlas".
Explicaba el procedimiento (heterodoxo, pues emplea la cuchara para
apoyar el tenedor a fin de formar su "ovillo" de pasta) y concluía
que, si se siguen sus instrucciones, "lograrán comer sus spaghetti de
manera decorosa y, al mismo tiempo, distraerán a sus vecinos de mesa
con un bonito número de circo".
No hace falta que les diga que Camba destilaba ironía, rasgo muy típico del
humor gallego (entiéndase aquí "gallego" solo como natural de Galicia).
Las cosas han cambiado mucho. La gente se ha acostumbrado a los
spaghetti, a los tagliatelle, a las pappardelle e incluso a pastas con
franca tendencia a resbalar del tenedor, caso de los bucatini.
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