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miércoles, 19 de marzo de 2014

¿Por qué cuesta tanto bajar el colesterol?

Para bajar los niveles de colesterol, además de hacer ajustes en la
dieta, es preciso cuidar al hígado con la alimentación y controlar que
no haya disfunciones hepáticas



Boca y lengua pastosa, digestiones difíciles y pesadas, náuseas,
alteración del ritmo intestinal con tendencia al estreñimiento, mal
aliento,... Son algunos síntomas comunes en personas que tienen
dislipemias , es decir, sus niveles de lípidos plasmáticos alterados.
La causa, en muchos casos, está en una disfunción hepática , y es por ahí
por donde conviene comenzar a tratar el problema.
La consecuencia es la elevación del colesterol, de los triglicéridos o de las enzimas
hepáticas.
El abordaje dietético y nutricional en caso de dislipemia
requiere un enfoque integral.
A continuación se detallan las deficiencias en el tratamiento dietético que impiden una correcta
resolución del problema, qué errores alimentarios se comenten, qué
alimentos no ayudan y cuáles son los más indicados para actuar
sobre la causa.

Vencer al colesterol: actuar sobre la causa, no sobre la
consecuencia
El hígado es el principal órgano encargado de gestionar los niveles de
grasas a nivel circulatorio. A su vez, una de sus funciones principales
es la de almacenar sangre y regular el flujo sanguíneo hacia el resto
de órganos. Es por ello que una disfunción hepática tiene como
consecuencia directa una mala calidad de la sangre, y esta puede
estar saturada de grasas y colesterol, provocando con el tiempo la
elevación de las tasas de colesterol plasmáticas y, en consecuencia,
un aumento del riesgo vascular.
Por ello, cuando hay una alteración de los niveles de lípidos (LDL
colesterol elevado; HDL colesterol disminuido; triglicéridos elevados) o
de las transaminasas (enzimas hepáticas) suele haber disfunción
hepática -no tiene por qué haber patología-, pero este trastorno
hepático se manifiesta a distintos niveles.
Una serie de síntomas o malestares nos alertan de que nuestro hígado requiere un apoyo
dietético para recuperar su funcionalidad :

Sensación de pesadez dolorosa en la región hepatovesicular.
Boca pastosa, digestión difícil (en particular con los alimentos
grasos, desde la nata y la mantequilla, hasta los frutos secos).
Eructos después de las comidas (a veces se acompaña de
náusea).
Alteración del ritmo intestinal con tendencia al estreñimiento.
Halitosis o mal aliento.
Sueño después de las comidas.
Intolerancia más o menos acusada a ciertos alimentos.
Urticaria o prurito en la piel.

Dolor de cabeza de tipo migrañoso.
La elevación plasmática de los niveles de colesterol suele ser la
consecuencia de este trastorno hepático de fondo que habrá que
corregir para no depender siempre de los medicamentos.
Colesterol elevado: las mejores opciones dietéticas
En caso de dislipemia, si no ha habido un episodio cardiaco por el que
se requiere la toma de medicamentos, el abordaje dietético para
prevenirlo requiere un enfoque integral, un abordaje completo. No
debería limitarse solo a recomendar el consumo de un complemento
regulador del colesterol ( omega-3 , lecitina de soja, fitosteroles...),
sino que habría que hacer una revisión alimentaria exhaustiva y los
cambios dietéticos pertinentes:

1. Restringir el consumo de alimentos ricos en colesterol, en
grasas saturadas y sobre todo -y de manera contundente- en
grasas trans (que favorecen la formación de colesterol).
2. Aumentar el consumo de fibra soluble e insoluble, con efecto
de arrastre y de limpieza digestiva y de sales biliares cargadas
de colesterol.
3. Alta presencia de antioxidantes , para frenar la oxidación de
los lípidos y el endurecimiento de las arterias.
4. Consumo habitual de ciertos alimentos protectores: nueces y
pescado azul, berenjena, avena, okra y algunas frutas, tal como
se describe en el artículo 'Los diez alimentos más eficaces para
bajar el colesterol', publicado en EROSKI CONSUMER.
La elección alimentaria es clave para regular los niveles de
colesterol y no depender de medicamentos.
5. En todo caso, para favorecer la recuperación hepática y no
debilitar ni irritar más este órgano, conviene evitar: café, tabaco,
cualquier tipo de bebida alcohólica, vinagres (mejor aliñar con
zumo de limón o mezcla de limón y lima) y el exceso de sal.

Los cuidados dietéticos para el hígado
En cuestión alimentaria, además de los aspectos claves mencionados,
habría que indagar y aclarar cuál es la causa de la disfunción
hepática para corregir el enfoque alimentario y apoyar con fitoterapia
o complementos dietéticos de la manera más eficaz.
Eso sí, cabe incidir en que el uso de complementos dietéticos y de plantas siempre
ha de estar respaldado por un profesional sanitario. Un consumo
individual sin asesoramiento, ni en el tipo, ni en la dosis, ni en la
duración y frecuencia recomendada, puede tener efectos indeseados
para la salud.

1. Insuficiencia de secreción de la bilis, que se manifiesta con malas
digestiones.
Los jugos biliares actúan en el proceso digestivo
ayudando a digerir bien las grasas. Además, se encargan de eliminar
los desechos de la sangre (derivado de la desintoxicación y
depuración hepática).
Se puede sentir acidez, sensación de ardor en elesófago (porque los ácidos biliares ascienden y provocan dichas molestias, que se pueden confundir con molestias gástricas) o acidez
de estómago.
En este caso, convendría aumentar el consumo de alimentos y
plantas con efectos coleréticos (aumentan la producción de
bilis) y colagogos (estimulan la expulsión de la bilis acumulada
en la vesícula biliar).
Al mismo tiempo, habría que limitar la ingesta de alimentos grasos, incluidos los frutos secos, pese a la buena calidad de sus lípidos. La alcachofa es la planta por
excelencia para combatir las digestiones difíciles; tiene acción
colerética y colagoga.
A ella se suman la fumaria y el boldo.
Está demostrado su efecto hepatoprotector. Una reciente revisión
llevada a cabo por Cocharne señala que el uso de la alcachofa
como complemento para reducir el colesterol es potencial, si
bien, según los datos científicos disponibles, no es
suficientemente convincente.
Estos resultados protectores hepáticos, cardiovasculares e hipolipemiantes son, sin embargo,
más contundentes en una revisión publicada el año pasado y
realizada por investigadores italianos de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Pavía.
2. Trastornos en los procesos de detoxificación o depuración. El
alimento ya digerido en el intestino se transforma en una mezcla de
fluidos: el quilo, formado por bilis, jugo pancreático y lípidos
emulsionados en el duodeno (primera porción de intestino delgado). El
quilo llega al hígado a través de la vena porta, y allí es filtrado para
nutrir al hígado y formar la sangre que después se envía al corazón.
Esta sangre contiene los nutrientes de los alimentos, y también
toxinas que pudiera haber en ellos, componentes de los medicamentos
que se hayan ingerido y cualquier sustancia que sea capaz de pasar a
la sangre desde el conducto digestivo. Antes de que esta sangre se
reparta por el todo el organismo, debe "purificarse" en el hígado. Si
los procesos de detoxificación hepática no funcionan de manera
correcta, la sangre que fluye por el cuerpo será de mala calidad, lo que
aumenta el riesgo de dislipemias, entre otros desórdenes.
En este caso estarán desaconsejados aquellos alimentos que
requieran un mayor trabajo hepático: lácteos (en particular
quesos grasos), proteína animal (huevos, carne roja, embutidos,
pollo con piel...), exceso de sal y salazones, fritos, frutos
secos...
La toma elevada de medicamentos (antibióticos,
ansiolíticos, antipsicóticos, anticonceptivos...) puede bloquear o
dificultar las fases de depuración hepática. Entre las plantas
más indicadas en estos casos está el rábano negro y la
cúrcuma, plantas reconocidas por su alta capacidad de
detoxificación hepática.
3. Sufrimiento hepático, asociado a toma elevada y mantenida de
medicamentos, xenobióticos, infecciones virales, acumulación de
tóxicos, etc. Algunos medicamentos (píldora anticonceptiva,
paracetamol, alcohol) se convierten en tóxicos graves para el hígado si
se eliminan mal sus desechos metabólicos.
El desmodium es la planta amiga de los hepatocitos, las células
hepáticas, pues ayuda a su regeneración.

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