El  proyecto i2MOVE («Intelligent implantable modulator of vagus nerve function for  treatment of obesity») está coordinado por dos profesores del Imperial College  de Londres: Christofer Toumazou del Departamento de Ingeniería Eléctrica y  Electrónica y sir Stephen Bloom del Departamento de Medicina. La experiencia  combinada de los profesores en bioingeniería y endocrinología está sirviendo  para crear un dispositivo que simula la respuesta del nervio vago, el cual  inerva la lengua, la faringe, las cuerdas vocales, los pulmones, el corazón, el  estómago y el intestino y que podría generar una sensación de saciedad en el  paciente.
El  proyecto avanza a buen paso gracias a los más de 7 millones de euros aportados  por una subvención de inicio (Starting Grant) del Consejo Europeo de  Investigación (CEI). Hasta ahora los investigadores han desarrollado una  combinación hormonal mediante glucagón y péptido similar al glucagón tipo 1  (GLP-1) que desempeña una función básica en la regulación de los niveles de  azúcar en sangre y contribuye a reducir el apetito. Tal combinación podría  servir para crear un nuevo tratamiento contra la obesidad y la diabetes.
El  glucagón posee un efecto opuesto a la insulina, pues previene el almacenamiento  de glucosa en los depósitos de grasa y el hígado y eleva los niveles de azúcar  en la sangre. El GLP-1 estimula la secreción de insulina para reducir estos  niveles y actúa sobre el encéfalo para reducir el apetito.
El  objetivo principal del proyecto es combatir la obesidad, considerada por la Organización  Mundial de la Salud (OMS) como una de las afecciones más importantes del siglo  XXI. Más del 23 % de los europeos son obesos y sus costes sanitarios sumaron  más de 10 000 millones de euros en 2010. Los tratamientos aplicados en la  actualidad, como por ejemplo la cirugía, no suelen ser efectivos, pero los  responsables científicos de i2MOVE confían en la eficiencia de la estimulación  eléctrica del nervio vago en combinación con «registros inteligentes» para dar  con una solución. Esta segunda técnica implica la implantación de un  dispositivo inteligente que registra las señales del nervio asociadas a la  secreción hormonal al alimentarse. El sistema está diseñado para estimular el  nervio vago, modular sus señales y regular mejor el apetito.
El  profesor Bloom y su equipo de investigación estudiaron si el glucagón y el  GLP-1 son capaces de reducir el apetito al introducirlos en el torrente  sanguíneo. Para su estudio contaron con dieciséis voluntarios a los que se  sometió a una secuencia de cuatro tratamientos con glucagón, GLP-1, una  combinación de glucagón y GLP-1, y una solución salina a modo de control. El  orden de los tratamientos se determinó al azar. Cada tratamiento se administró  mediante goteo durante dos horas. Una vez transcurrida la primera hora y media  se ofreció comida a los voluntarios. El equipo registró la cantidad de comida  consumida y midieron su gasto energético y el nivel de azúcar en la sangre. Los  resultados mostraron que aquellos que habían recibido el tratamiento con las  dos hormonas comieron un 13 % menos que los que habían recibido la solución  salina, si bien no se apreció diferencia con respecto a la administración de  cada hormona por separado. 
Los  voluntarios tratados con la combinación de hormonas consumieron bastante menos  comida, subrayó el profesor Bloom. Estos resultados coinciden con los logrados  por el equipo en ensayos con animales, lo que sugiere que dicha combinación  hormonal podría resultar útil para la creación de un tratamiento nuevo contra  la obesidad y la diabetes.
«Una  reducción del 13 % en la ingesta de alimentos resulta una cantidad considerable  para cualquiera, pero nuestro experimento es sólo un aperitivo de lo que está  por venir», indicó. «Para considerar efectivo el tratamiento que se desarrolle  será necesario que reprima el apetito a largo plazo y por ello queremos  averiguar si los efectos pueden mantenerse e inducir una pérdida de peso  considerable».
 
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